Cuzco, Perú VOLVER
Allí en el corazón del Tawantinsuyu, el corazón del Imperio, no es difícil sentirse uno mismo parte de la realeza.
Cuzco es indescriptible. Es la belleza de la
arquitectura centenaria; es la dueña de las ceremonias más subyugantes; de la
historia más palpable. Es también un sitio fantástico para caminar y perderse
entre callejuelas, en chicherías, entre los recovecos de su vida actual y
pasada.
Cuzco es la sede de monumentos de una densidad tal que para entenderlos cabalmente hay que dedicar horas a la lectura, o dar con el guía indicado. Toda la cosmogonía inca se puede leer en los resabios del Koricancha o Templo del Sol. Y es justamente a las puertas de este mítico lugar, junto a la plaza principal, donde se levanta el hotel Palacio del Inka. Este es el tercero de un trío sobresaliente y no queda a la saga de los que describimos anteriormente.
Si en el Tambo del Inka se alaba el trabajo del
arquitecto y los decoradores, aquí habrá que rendirse ante la obra del tiempo.
El sitio en donde se emplaza este lujoso hotel formaba parte de la antesala del
Templo del Sol, pero cuando llegaron los conquistadores españoles Gonzalo
Pizarro se apropió del palacio y luego se lo vendió al Marqués de Salas, que le
agregó una planta valiéndose de las piedras de las construcciones anteriores.
Bautizada la Casa de los Cuatro Bustos, la propiedad
cayó en el abandono cuando los españoles dejaron la ciudad en los inicios del
siglo XIX. Y no fue hasta la década de 1970 que la cadena de hoteles Libertador
tomó el compromiso de restaurarlo para convertirlo en lo que es hoy: uno de los
mejores alojamientos de Sudamérica.
El edificio cuenta con 203 habitaciones en las que se combinan el arte peruano y los muebles de hechura artesanal con toda la tecnología aplicada al confort. El restaurante Inty Raymi, el nombre de la esta central que se celebra en el solsticio de invierno, remite a la propuesta gastronómica que gira en torno a lo más clásico de la cocina local. En el spa del Palacio del Inka seducen los tratamientos de aromaterapia e hidroterapia, así como el baño turco/hammam o las envolturas corporales, y por supuesto, los masajes de variadas escuelas.
Además de la belleza y antigüedad del edificio, el
Palacio del Inka se distingue por su ubicación central en el Cusco, nombre que
a su vez deriva de la voz quechua "Qosqo" que significa "ombligo". Allí en el
corazón del Tawantinsuyu, el corazón del Imperio, no es difícil sentirse uno
mismo parte de la realeza.
Fernando Bello
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